24-9-2018
Publicado originalmente en Batseñales.
Mira, Netflix, así es como se escribe un Puño de Hierro.
Si hay una saga que ha definido a Puño de Hierro y lo ha elevado al primer orden del cosmos superheroico como ninguna otra, es sin duda ‘El Inmortal Puño de Hierro‘ de 2006. Una macrosaga de 14 episodios surgida al combinar a dos de los guionistas más legendarios de la Marvel del siglo XXI: Ed Brubaker y Matt Fraction. Es la saga esencial para conocer a Danny Rand y admirarlo como personaje, pese a su deficiente adaptación de Netflix.
Hay que empezar diciendo, para los que no estén familiarizados con el personaje, que no tiene absolutamente nada que ver con su contrapartida de imagen real y que es uno de los superhéroes Marvel peor adaptados a la pequeña o la gran pantalla –junto a Drax, Mantis o Pícara-. Sin culpar al más que decente Finn Jones, el guión de la primera temporada era tan difuso y mal enfocado que nos presentaba a un personaje totalmente alienado y sin relación alguna con la forma de ser y actuar su fuente original. Danny Rand es un uno de esos héroes del tipo graciosillo a la vez que fanfarrón, que no puede dejar de soltar chascarrillos mientras reparte leña –en la línea de Ojo de Halcón, Spider-Man, Dientes de Sable o Buffy-, pero combina este rasgo con un alto componente espiritual y metafísico. Danny es la paradoja andante: es el friki supremo obsesionado con los cómics y la cultura nerd, pero a la vez posee una inmensa profundidad psicológica y carga emocional proveniente del entorno espiritual zen en el que fue criado. La gente no suele confiar en su buen juicio a la hora de tomar decisiones debido a que es un bufón –en palabras textuales de Jeryn Hogarth en esta misma saga: “¿Sabes cuáles son las cuatro palabras más terroríficas del idioma inglés? Danny tiene un plan”-. Pero siempre acaba salvando el día y demostrando una madurez que él mismo se empeña en disimular, como veremos en esta historia.
La historia ahonda en la parte mística del cómic, en la mitología de la ciudad celestial de K’un-Lun. No sólo trata del presente Iron Fist, sino que entremezcla de forma muy interesante las historias de sus predecesores en el puesto. Cobra mucha importancia la figura de Orson Randall, el extremadamente carismático antihéroe que fue Iron Fist en la primera guerra mundial, pero también la de Wu Ao-Shi, la Reina Pirata de la Bahía de Pinghai, que ocupó el puesto en el siglo XVI, así como de algunos otros que han ostentado tan llamativo título. También se arroja luz sobre la historia de Wendell Rand –el padre de Danny– y su fallido intento de conseguir el poder del dragón, así como del origen de la fortuna familiar de los Rand. Dividida en dos arcos argumentales y un breve interludio, podría parecer que narra tramas inconexas, pero se trata de una historia-río en la que hay que leer todas las partes para ver cómo confluyen en la costa final.
En el primer arco de 6 números, “La última historia de Iron Fist”, nos centramos en la amenaza de un Davos más terrorífico que nunca, ahora aliado con Hydra, se nos habla de la rivalidad entre los dos antiguos amigos, se muestra por primera vez el punto de vista del villano y el porqué de su odio hacia el héroe. El capítulo 7 es un interludio enteramente dedicado a narrar la historia de la Reina Pirata de la Bahía de Pinghai y es sencillamente precioso.
Y el impresionante segundo arco, “Las siete capitales del cielo”, que comprende los episodios del 8 al 14, gira en torno a la magia de K’un-Lun –y las otras seis ciudades místicas de ese misterioso paraíso oriental en el que se crió el bueno de Danny-, así como en sus respectivos campeones, las Siete Armas Inmortales. Torneos de artes marciales al estilo ‘Dragon Ball’ –pero con la magia oriental que caracteriza esta serie– como telón de fondo sobre el que se teje una trama de conspiraciones internas y el origen de una revolución de género y de clase en el seno de K’un-Lun. Brubaker y Fraction combinan de forma única la crudeza urbana de las historias de Iron Fist, uno de los héroes “de barrio” de Marvel, con el misticismo que envuelve a todo lo relacionado con su origen. El enfrentamiento entre los dos dragones de la vida de Danny Rand: el dragón literal de K’un-Lun contra el dragón simbólico de Hydra.
Estamos, pues, ante una gran multitud de tramas que, lejos de estorbarse unas a otras, convergen en un complejo tapiz en el que cada hilo cobra sentido conforme se va avanzando en la historia. Una historia plagada de personajes interesantísimos, como la misteriosa sirvienta enmascarada de Lei Kung o el Príncipe de los Huérfanos –en serio, ¿habíais oído alguna vez un nombre tan chulo?-. Aparecerán también, obviamente, Luke Cage y Colleen Wing, los mejores amigos de Danny, así como su eterno amor Misty Knight.
Al dibujo está el inconfundible David Aja, dibujante español con cinco premios Eisner a sus espaldas, de un estilo rompedor, indie y reconocible a la legua. Adora el claroscuro y sabe utilizarlo de forma dramática sin abusar de él. Sus composiciones de página son siempre interesantes y sorprendentes, por no hablar de los diseños de portada, que tienden a lo maravilloso. Si acaso se le puede sacar una pega es que en algunos números se introducen páginas extra dibujadas por otros artistas de estilos muy distintos al de Aja y esto puede molestar a la lectura y sacarte momentáneamente de la historia.
Los que hayáis visto la segunda temporada de la serie de Netflix habréis apreciado el inmenso salto cualitativo que ha habido con respecto a la primera, la mejora en los guiones y la realización. Aunque Danny siga distando mucho de ser el de los cómics, está un mundo más cerca de serlo que una temporada antes. En la nueva entrega de la serie hay toneladas de foreshadowing sobre la cosmología de K’un-Lun y la leyenda inmortal del Puño de Hierro, que para el espectador neófito que no haya leído los cómics pueden pasar por alto –e incluso dificultar el disfrute de la serie, porque se mencionan muchas cosas que luego no se resuelven, presumiblemente como planting para la tercera temporada-. Pero todas esas cosas están relacionadas con esta masterpiece de Brubaker, Fraction y Aja, por lo que podríamos decir que no sólo es la saga imprescindible para conocer al Inmortal Puño de Hierro, sino también para apreciar como se merece la mejora de la serie y lo interesante de la sutil subtrama que se abre en este nuevo bloque. La historia perfecta para adorar a Danny Rand si nunca has leído un cómic suyo.