EL ASCENSO DE SKYWALKER: LA CAÍDA DEL HYPE

20-12-2019

(Atención, esta crítica contiene SPOILERS heavys, si no has visto el Episodio IX es mejor que no la leas)

Me encanta The Last Jedi. Una vez que nos quitamos las gafas de la nostalgia que a menudo nos hacen endiosar cualquier película que viéramos de niños y despreciar toda versión que se haga después, es una película redonda, que aporta muchísimo a la saga y que se arriesga a innovar y a sorprenderte.

Y a la vez puedo entender por qué hubo gente a la que no le gustó, ya que algunas de sus variopintas razones me resultan comprensibles: si eres de los que se mantienen fieles a algo anterior y consideran que es sagrado y que toda innovación es un ultraje, no lo comparto pero lo comprendo; si por el motivo que sea no te gustó la historia que contaban, o su ritmo, o no te caen bien los personajes nuevos –yo los adoro-, no lo comparto pero lo comprendo; si no te gustó el giro de guión sobre los orígenes de Rey porque llevabas unas expectativas concretas sobre lo que querías que pasara y el plot twist te las hundió, no lo comparto pero lo comprendo. Prácticamente puedo entender el punto de vista de cualquiera al que no le haya gustado la anterior entrega, aunque a mí me encantara –bueno, a los de “no me gusta porque la protagonista es mujer y sale gente de otras razas y me siento amenazado” mejor dejémoslos a un lado, que lo último que necesita este mundo es darle voz a gente así-.

Personalmente, me pareció que Rian Johnson hizo un trabajo magistral, les sacó mucho jugo a los personajes –hasta consiguió que Kylo Ren, un personaje creado para parodiar y ridiculizar a los fans tóxicos que odian el cambio y que si te identificas con él igual es que tienes un problema, no me cayese tan, tan mal como en la entrega anterior– y contó una historia interesante y bien narrada. Ese giro en el que descubríamos que Rey no era hija de Luke ni de nadie conocido, fue lo que más me gustó: fue una forma de decirnos “basta ya de creer que sólo puedes ser un Jedi si eres de la familia Skywalker, los demás también tienen derecho a usar la Fuerza, incluso si eres una don nadie”. Precisamente ésa es la gracia de los héroes épicos, que no necesitan ser parte de una élite que desciende de un linaje especial, sino que todos podemos llegar a serlo, incluso tú. Ése es el mensaje de la película: la democratización de la Fuerza. Al fin y al cabo, a nadie le molestó que Samuel L. Jackson fuera un Jedi pese a no estar emparentado con Luke, ¿por qué molesta tanto que Rey también lo sea?

Rey es la más molona de la galaxia.

Pero entonces volvió J.J. Abrams y, como siempre que se queda demasiado tiempo en una misma franquicia… bueno, hizo un Abrams. Este hombre suele partir de ideas muy llamativas que empiezan muy bien, pero que al cabo de poco van perdiendo fuelle y parece que él mismo pierda las ganas de esforzarse. Es la viva imagen del “esfuérzate mucho mientras estás a prueba en el trabajo y, en cuanto te hagan fijo, ya puedes pasar de todo y hacer el vago”.

Me he visto obligado a hacer un meme y todo.

Y de verdad, como director –entendiendo en este caso la parte visual del trabajo de director, no la parte narrativa– no puedo ponerle pegas. Ni a él, ni a todo el apartado visual de la película. Los planos están muy buen compuestos, todo el diseño de arte hace que se me caiga la baba y los escenarios representados me parecen una maravilla absoluta del arte conceptual en el cine. Pero las entregas anteriores me malacostumbraron, pusieron un listón muy alto y han hecho que ésta me decepcione por un motivo muy simple: las otras tenían un guión. No hacía falta que fuera un guión complejo y profundo, no hemos venido a ver Casablanca sino tiros, explosiones y naves espaciales. Pero al menos tenían una estructura en tres actos, una lógica causa-efecto en la progresión de sus escenas y una historia que podías ir siguiendo. Y momentos emotivos. Tampoco les pedía más, ni a las anteriores ni a ésta.

Hábrase visto diseño de traje tan chulo.

Pero Abrams, como siempre que se queda más de un día en un mismo sitio, decidió que eso no era importante. Prefirió mostrarnos un showreel como el que haría un director para ir a buscar trabajo, en el que va mostrando distintos planos –muy bien rodados, eso sí– sin un orden concreto, sin un hilo conductor detrás, para enseñar lo que sabe hacer. Sus escenas de acción están muy bien rodadas, pero no parecen seguir un orden concreto que obedezca a la lógica narrativa, sino que las va poniendo donde caigan, sin más, como en una película experimental de Andy Warhol. Podrías ver la película en DVD saltando de la escena 20 a la 7, luego a la 1 y luego a la 34 y no cambiaría nada.

Me imagino una escena en la que Abrams se presenta a las 4 de la mañana en casa del montador de la película, trayéndole una tarjeta de memoria.

-Aquí tienes –le dice-, hoy se me ha ocurrido una escena en la que una nave súper-molona pasa por delante de una puesta de sol y entonces un tío salta, da una voltereta y pew pew, dispara a algo que está fuera de plano.

-Ah, muy bien –responde el otro-, ¿en qué parte de la película la tengo que poner?

-Yo qué sé, dónde veas un hueco, a mí qué me importa –ríe Abrams antes de salir de nuevo, haciendo pedorretas con la mano bajo la axila.

Me han comentado que, si te has leído todas las novelas y los cómics de Star Wars, la película tiene un poco más de sentido, que hace referencia a muchas de ellas y algunas de estas escenas inconexas de la película son continuaciones directas de lo sucedido en esas otras obras. Quizás sea así, quizás la película tenga sentido como parte de un gran proyecto multiplataforma pero, si vas al cine a verla sin haber leído el principio, la sensación es la de pillar haciendo zapping un capítulo al azar de la quinta temporada de una serie que dejaste de seguir hace dos años y no enterarte de nada.

¿Y los diálogos? No necesito que los personajes citen a Kant, pero al menos me gusta que sus conversaciones tengan una cierta gracia, una chispa que en el episodio IX no he visto. En cualquiera de las dos entregas anteriores, tenías grandes momentos con frases demoledoras o al menos divertidas. En ésta, los diálogos son predecibles, cada cosa que dicen la ves venir un minuto antes y todo se reduce a clichés –si lo más épico que tus personajes van a decir es algo como “si vamos a luchar, luchemos juntos”, ya de paso podrías haberlos puesto arrodillados gritando “pero a qué precio, señor, a qué precio”-. Las supuestas frases impactantes de momentos que sospecho que intentaban ser épicos están escritas en la forma más simple y vacía de emoción posible. Por fin tenemos un enfrentamiento final entre Rey y Palpatine. Espero que al menos Rey, que es el personaje al que más admiro, diga algo legendario antes de matar al gran villano. ¿Y eso es lo más espectacular que se le ha ocurrido al guionista –si es que lo hay-? Han Solo aparece de entre los muertos para decirle algo bonito y emotivo a su hijo y lo que hace es repetir lo que ha dicho él pero al revés, como en una canción de Fito y Fitipaldis, sin siquiera intentar darle una pequeña vuelta de tuerca y decir algo memorable.

Los grandes personajes que él mismo creó –Rey, Finn y Poe– están aquí desaprovechadísimos. Y no hablemos ya de cómo ha relegado a Rose a un plano casi de figurante, para tranquilizar a los incels que acosaron a la actriz por mero racismo arcaico y la hicieron pasar por un infierno, legitimando así su discurso de odio. En una especie de segregación racial fílmica, han metido con calzador a dos personajes de los que apenas se nos explica nada, porque están ahí solamente para que Poe y Finn tengan intereses románticos y nos quede claro que no hay nada entre ellos –no fuera a ser que la saga pierda algún fan tóxico-. Y, por supuesto, la chica que le gusta a Poe es blanca y la que le gusta a Finn es negra. A mí me daba igual si Poe y Finn eran sólo amigos o si había algo más, cualquiera de ambas cosas me habría parecido bien. Pero la excesiva insistencia en explicarnos que no son gays para que nadie se escandalice resulta bastante vergonzosa a estas alturas del siglo XXI.

No es ningún secreto que Abrams adora a Spielberg y que todo su estilo de dirección se basa en imitarle desesperadamente –pero con lens flares-. Y eh, me parece bien: si vas a copiar, al menos copia a un maestro de gran éxito y que sabe mucho de narrar. El problema es que ya ni siquiera lo imita bien. Abrams suele copiar un clásico truco narrativo made in Spielberg que consiste en meter en un momento dado una frase que parezca insignificante, pero que mucho más adelante se recuperará en otro momento de la trama adquiriendo un significado totalmente distinto y enriqueciendo la escena. En El despertar de la Fuerza lo hizo varias veces y lo clavó, verdaderamente supo en qué momentos usar este recurso y la cosa le salió muy bien. Rian Johnson también decidió usar este truco y le quedó estupendo –“cada palabra de esa frase estaba equivocada”-. Aquí Abrams lo repite también varias veces –por ejemplo, “nunca subestimes a un droide”-, pero atropelladamente, diciendo una frase y recuperándola dos minutos después en una escena totalmente anodina en la que no aporta nada. Y es que su anterior entrega para la saga, la VII, le quedó muy bien. Pero, como siempre, cuando fue a hacer la siguiente, parece que ya se le habían pasado las ganas.

Lo que sí tiene es fan service, de eso no nos podemos quejar. Y a mí me hace ilusión cuando hay algún pequeño guiño a las entregas anteriores. Pero en este caso es tan excesivo y está metido tan a saco que hasta agobia. Abrams nos está enseñando con orgullo la colección de cromos de Star Wars que tiene guardada desde niño y no se contenta con que veamos sus dos o tres favoritos, sino que nos obliga a pasar página por página los 200 cromos que tiene pegados en el álbum y a detenernos en cada uno de ellos hasta que queremos que se nos trague la Tierra.

Y lo peor de todo es que hay que reconocer que a Abrams se le ocurren muy buenas ideas. Ideas de las que me encantaría saber más, pero que ha decidido contar de forma torpe y muy por encima, como si se avergonzase de ellas. Una colonia de antiguos Stormtroopers que desertaron y ahora ayudan a la Rebelión. Guau. Ojalá nos lo contasen mejor, en vez de que un personaje lo mencione por encima entre plano chulo y plano chulo. Atacar montados a caballo para despistar y que no puedan desconectar nuestros vehículos. Suena genial, qué pena que se vea de pasada, sin contexto y exclusivamente para poder rodar un plano a cámara lenta con la melodía de la Fuerza de fondo. Toda la parte de la guarida de Palpatine, tan oscura, tan genial, tan de película de terror, con sus estatuas gigantes y sus masas de Siths venerándole desde las gradas. Qué bien habría quedado si se narrase mejor. Leia entrenando con Luke después de El retorno del Jedi, algo que tiene todo el sentido del mundo –acaba de descubrir que ella también es una Skywalker, hace lo que todos haríamos, aprender a usar sus poderes-, pero que apenas nos mencionan. El personaje de Janna, que parece interesante, pero que apenas la vemos un minuto presentándose y en la siguiente escena ya se está jugando la vida por salvar a Finn, sin que en ningún momento les hayamos visto hacerse amigos. Son ideas geniales, pero cuya aparición ni desarrolla ni justifica. Es como si se le ocurriera algo de repente y lo pusiera ahí sin acordarse de apuntar en un post-it “recordar justificar esto cuando tenga un rato”.

¿Se sentará Daenerys aquí al final? ¿O Freeza?

Hasta debo reconocer que hay una frase muy buena hacia el final de la película, cuando el general Pryde pregunta qué ejército les está atacando y un ayudante le responde “no es un ejército, es EL PUEBLO”. Esto habría sido tan épico, después de 9 películas esperando que el pueblo de la galaxia al completo se alce al fin contra un imperio opresor. Qué lástima que pase desapercibido porque no nos lo enseña, sólo lo menciona. Abrams comete un error de principiante al hablar de situaciones interesantes mediante los diálogos de un observador en lugar de mostrarlas. Abrams, bro, SHOW, DON’T TELL. Nos enteramos de que el pueblo al fin se ha alzado, pero no de forma visual, sino con un plano cerrado de la cara de Poe comentándolo en voz alta, como en un cómic de los años 40 en el que un personaje señalase fuera de plano y dijera “oh dios mío, un monstruo con tentáculos se cierne sobre la ciudad” en vez de dibujar al monstruo.

De todos modos, lo que más le importa a Abrams es negar la película anterior, la que no dirigió ni escribió él. En este caso, actúa como uno de los fans tóxicos a los que no les gusta nada el cambio ni la sorpresa y sólo quiere acomodarse en aquello que ya traía pensado de casa –o sea, un Kylo-. En una especie de rabieta infantil que prima sobre todas sus decisiones de guión, se esfuerza en invalidar cualquier cosa que haya dicho Rian Johnson porque no ha hecho lo que él quería –y, por supuesto, lo hace explicándonos por qué todo lo dicho en The Last Jedi le parece mal, hasta tal punto de obviedad que sólo falta que Adam Driver se gire hacia cámara y te lo explique como a un niño, usando marionetas-. Si tanta necesidad tenía de que Rey fuera hija de alguien famoso, para perpetuar esa idea de que sólo una pequeña élite familiar tiene derecho a ser poderosa, al menos podría haber pensado una forma más creíble e interesante de narrarlo que ese movimiento Bran Stark de “en realidad era todo mentira y yo lo sabía desde el principio, pero no te lo dije porque… ejem, me llaman al móvil, luego te cuento”. Las excusas para invalidar la película anterior son lo más importante para el director y todo lo demás es secundario, sí, pero al menos las podría haber elaborado un poco más.

La gratuidad de algunas escenas llega a niveles que rozan lo ridículo. No hay un momento en que finja haber causado el fin de un personaje muy querido para luego descubrir que era mentira, algo que ya de por sí me parece deleznable… es que encima lo hace dos veces. La supuesta muerte de Chewbacca, carente de todo dramatismo en su forma de narrar pero con la esperanza de provocar la lágrima, queda anulada dos minutos después con un “que nooo, que era broma, jejeje, has picado”. Y luego vuelve a hacer exactamente lo mismo con el borrado de memoria de C-3PO. Increíble. Pocas veces me ha pasado estar en un cine y que cada vez que había un momento supuestamente dramático la sala se llenase de carcajadas. Ésta fue una de ellas. Y, si buscas una escena tan gratuita y sin sentido que te provoque una vergüenza ajena de nivel dios, con el absurdo diálogo entre Lando Calrissian y Janna al final de la película la has encontrado. “Eh, en esta peli sólo hemos metido una gran revelación familiar, debería haber dos, hagamos algo con estos dos personajes aunque sea así de pasada”.

De verdad que me alegro de que haya gente a la que le ha gustado, que les parezca un buen cierre para una saga y les deje un buen sabor de boca como final. Qué envidia me dan. Entiendo que les haya gustado en el apartado visual, igual que en su día triunfó Avatar. Yo buscaba un buen guión, que me entretuviera y me emocionara como en las dos entregas anteriores. Y, en lugar de eso, me he encontrado con el Dark Phoenix de Star Wars. Nunca he sido partidario de comparar las nuevas entregas de la saga con las antiguas para poder quejarme, eso no tendría ningún sentido: hablamos de películas que se llevan 40 años, en un medio que cambia a toda velocidad como es el cine. Pero sí que comparo el episodio IX con el VII y el VIII, que me parecen espectaculares, y ahí es donde éste último me ha fallado tanto. Aunque el VII sea un refrito de la trilogía original, al menos es un refrito hecho con gracia, como en 1977 lo fue la primera entrega de la saga que combinaba elementos de la cultura popular muy variados. Una historia entretenida, llena de espectacularidad y emoción. En ella, Abrams tomó muy buenas decisiones de guión y dirección. En ésta, no. Pero bueno, algo interesante sí que nos ha enseñado: que todos los problemas de los protagonistas se podrían haber resuelto en cinco minutos desde el episodio VII si hubieran enviado a Lando a darse una vuelta para convencer él solito a toda la galaxia de que se alzara en armas.

¿CAPASAO?

¿Podría haber sido peor? Supongo que sí. Quizás si al final hubiera aparecido Jar Jar Binks bailando el Baby Shark con una gorra de Make America Great Again. Eso habría sido peor. Un poco, al menos.

Resumiendo, mi ranking de favoritas se queda en: 8> 5> 7> [4 y 6 por igual]> Rogue One> 9> Las precuelas.

En realidad, me da más pena que rabia. Esta historia, con todas esas ideas visuales de Abrams, podría haber sido muy épica…

…si la hubiera escrito Rian Johnson.

  • Lo mejor: La versión en acordes menores de la melodía principal de la saga que aparece en el tráiler (pero no en la película).
  • Lo peor: Las buenas ideas desperdiciadas.

Jöse Sénder.

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